Laboratorio

¿Sabes cuando alguien te mira?

Ella estaba sentada en la barra. De espaldas a la puerta. No era exáctamente una puerta, sino ese tipo de plásticos duros en forma de cortina que tienes que atravesar y que siempre te acaban dando en la cara. Hacía frío, pero la intensa conversación que mantenia con su amiga entretenia su mente y no le hacía pensaba en ello.

Recorrió su espalda un ligero escalofrío.El viento se colaba a través de los plásticos. Entró él. Iba acompañado de dos chicas. Pasó por su lado y de pronto giró su cabeza. Buscaba poner rostro a esa cabellera negra. Sus pupilas se posaron tímidas y cálidas en ella. Y ella lo notó, y le miró. Él continuó su camino hasta sentarse en el otro extremo de la barra.

Ella hablaba con su amiga, la tenía enfrente. Detrás estaba él, en segundo plano, desenfocado. Pidió una cerveza, y en cada sorbo se giraba a mirarla. La conversación con sus amigas, o quien quiera que fueran, no parecia importarle. Buscaba ese cruce de miradas.
Ella se preguntaba muchas cosas, si se conocian, que le llevaba a mirarla, a qué velocidad latía el corazón de ese desconocido o cuántos pensamientos sobre ella albergaba en su cabeza. No importaba la respuesta en realidad. Importaba que ella se incorporara y le mirara. Sólo así tal vez surgiria el amor.
Pero ¿qué es el amor? - se preguntaba en una fracción de segundo. Y volvia a la conversación con su amiga posando sus ojos en la textura áspera de esos montaditos.

A veces se le encoge el corazón y a veces simplemente respira. En ambos casos le entra el miedo porque no sabe qué le sucede, si es que su forma de sumar es excitante o esos ojos nacieron para ella. En realidad sabe que ninguna es así, de modo que le observaba detenidamente buscando aquello que no le agradaba. Sin embargo, seguía siendo párticipe del juego de miradas. Sabía que no le llevaría a ninguna parte, pero le gustaba. Le gustaba sentirse observada por ese desconocido, por esas pupilas dilatadas. La misma dilatación que produce la excitación. Sentía las ganas que tenía él por saber de ella.

Ella se marchó. Se quedó pensando qué podría haber sucedido si se hubiera quedado un rato más, cómo acabaría ese juego, quién ganaría o cúal sería la recompensa.

Él no se dió cuenta. Cuando fué a buscarla había desaparecido. Se quedó con un desierto en el toráx pensando qué podría haber sucedido si hubiera caminado hasta allí a compartir asiento y corazón con esa desconocida que le había magnetizado. Pensando en volver de nuevo, para encontrarla.

La mirada sigue allí clavada en esa barra, aunque se gire y ella ya no esté sentada.

E.