- ¿Y si no hay mañana?
- Siempre existe un mañana.
- Eso no es cierto. En cuanto llega la medianoche, el punto dónde se separan los días, el mañana se convierte en presente y hoy es pasado. El mañana jamás se alcanza, nadie llega a tocarlo. Por eso no existe, no sabemos si viviremos de nuevo una próxima madrugada.
La miró como diciendo que estaba en lo cierto. Entonces le apartó el cabello de la cara y le acarició las mejillas con ternura, pero de forma vívida.
- Si no hay mañana... tendremos que hacer el amor hoy, ahora.
Uno nunca piensa que no habrá mañana.Y cuando el futuro con alguien se desvanece de tal forma, es cuando se intenta agarrar el último momento, el último segundo en el que la vió: aquella risa como un gogojeo y verle y girarse y darle un beso al aire como quien regala cualquier cosa cuando lo que está regalando es el último beso, esa mirada del adiós. Pero cuando no sabe que es una mirada del adiós, no es tal, es otra cosa: un segundo más como cualquier otro, porque aún se cree que habrá mañana.Y entonces piensa cuál fué el último beso, la última vez que hicieron el amor, si sonrió cuando despertó o no lo hizo. Como era tener la carne de su boca entre los dientes, como que le rozara con las puntas de los dedos el pecho desnudo.Y enfadarse cuando no se logra saber cómo era su sabor exacto o cuando su perfume lo tienes al borde de la nariz pero apenas puedes reternerlo.
E.
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